Respiro. Estoy vivo. Transpiro maratón por los cuatro costados. Me duele la rodilla. A mis amigos les duele todo. 42.195 m tienen la culpa. Este fin de semana lo han vuelto a hacer. Se han enfrentado a uno de los maratones más duros del mundo y lo han vuelto a vencer. Algunos con su mejor registro personal, otros lejos de sus expectativas. Da igual, todos han triunfado. Son más de lo que eran unas horas antes. Por sus cabezas sólo pasan recuerdos de kilómetros, ritmos y sensaciones de agonía. No lo saben, pero en realidad su mente, su inconsciente, ya está pensando en el siguiente, en el próximo reto. Somos así, una extraña especie. A menudo incomprendidos, esporádicamente admirados. Algunos sueñan con realizar nuestras gestas, con alcanzar nuestros retos, por ocupar nuestras piel durante esas tres horas. No saben que quizás pordrían hacerlo, sólo necesitan desearlo con voluntad de hierro. Quizás algún día estén corriendo a nuestro lado.
Me duele la rodilla. Da igual, esta vez da igual. ¿Por qué? Porque ya he ganado. Lo he conseguido antes de salir para Hamburgo. He entrenado como nunca, he disfrutado cada minuto de esta preparación. He progresado y crecido como atleta mucho más de lo imaginado a principio de la temporada. Por el camino han quedado muchos kilómetros, miles desde el pasado mayo. Muchas noches de frío y muchos madrugones en fin de semana sabiendo que no estaba solo. Mi sombra siempre me acompañaba, daba igual el día y la hora, siempre estaba ahí. He tenido que correr mucho para no perderla. Es muy buena, realmente extraordinaria, sólo así se puede correr a ese nivel toda la temporada. Ha sacado lo mejor de mí, me ha exigido y me ha enseñado que no es bueno ponerse límites. La propia naturaleza se encarga de ello. Después de compartir tanto tiempo con ella, creo que conozco su secreto. Es sencillo, pero aquel que quiera conocerlo deberá estar dispuesto a pagar un alto precio. Voluntad inquebrantable los 336 dias del año (porque este es bisiesto) en el Tierno, en Salamanca o en Itaca.
Ya he ganado. ¿Lo he dicho? Pase lo que pase el domingo la temporada ha sido un éxito. Las marcas que he conseguido han sido fruto de mucho esfuerzo. Estoy satisfecho. Me duele la rodilla ¿Lo he dicho? Da igual. La hoja de ruta no se alterará, no antes de que la naturaleza dicte lo contrario. Por eso he ganado. Soy mejor de lo que era. Ese sentimiento que me invade debería extrapolarse a todos los que saben que han puesto todo de su parte en la preparación de un reto como éste. Superarse a sí mismo es el mejor de los retos. Ser capaces de probar si podemos llegar donde creemos que quizás nuestras fuerzas no nos lleven, sólo eso nos hace mejores, más fuertes.
No hay excusas. ¿Miedo? Sí, no os voy a engañar. Miedo a recibir un castigo físico desmedido por probar los límites. Asumo el riesgo. Lo asumo consciente del envite, que no órdago. Un riesgo calculado, no un riesgo sin medida, como corresponde a una prueba como el maratón. No seré yo quien le pierda el respeto. Nunca. Pero en esta ocasión voy con la intención de mirarle de frente a la cara, a los ojos, y decirle que soy mejor de lo que era pase lo que pase. Que sepa que le voy a pelear hasta el último segundo y el último metro con todas las fuerzas que tenga. Y cuando éstas amenacen con abandonarme, entonces tendré motivos para seguir: amigos en los que pensar, familia a la que he robado muchas horas a lo largo de estos meses, pensamientos internos, profundos... todo ocupará mi mente con la intención de hacer que mis piernas no paren. La sombra estará allí, ya oigo sus palabras. No la veo, pero la siento.
Tengo una cuenta pendiente. ¿Con el maratón? No, con ellos. Son las nueve ¿de la mañana o de la noche? Da igual, no estoy en casa. Ando ligero de ropa corriendo como aquel que huye de la policía, quizás un controlado, unas series... que más da. Son muchas horas. Cierto, no bebo, no fumo, no estoy en el bar...pero son muchas horas de sacrificio mutuo. Después de Hamburgo saldaremos cuentas. Nos esperan otros sábados y domingos diferentes Quizás para disfrutar corriendo por el Madrid-Río, pero con ellos cerca, acompañándome en la bici. Alguna escapada rural o gastronómica. Se lo merecen, lo necesitamos. Siempre están ahí. Cuando las cosas se ponen feas siempre están ahí, y cuando la carrera se pone cuesta arriba también. Tengo una cuenta pendiente.